Muchos recuerdan con nostalgia una Argentina que parecía más próspera, con consumo en alza, subsidios generosos y un discurso de justicia social que prometía inclusión para todos. “Con ellos era todo bonito”, repiten algunos. Pero hay una pregunta inevitable: ¿a qué costo?
Durante años, el kirchnerismo construyó un relato épico que escondía detrás de la bonanza un modelo basado en gasto público desmedido, corrupción estructural y políticas económicas insostenibles. Se compraron voluntades, se distorsionaron estadísticas, se silenció la prensa crítica, y se utilizó el Estado como herramienta de poder más que de progreso.
Hoy, la Argentina enfrenta las consecuencias de aquellas decisiones. Una deuda impagable, reservas vacías, inflación crónica y una pobreza que crece sin freno. El país no solo paga intereses financieros, sino también los intereses de la impericia, el cortoplacismo y la falta de transparencia.
Mientras tanto, muchos de quienes se beneficiaron de aquellos años —los verdaderos "chorros" del poder— siguen impunes, refugiados en fueros o en el olvido cómodo de la memoria selectiva.
Es tiempo de dejar de romantizar un pasado que, aunque tuvo aciertos, también sembró las semillas de esta crisis. No se trata de negar lo bueno, sino de mirar con ojos abiertos el costo que tuvo. Porque para construir un futuro distinto, primero hay que animarse a contar toda la historia, sin mitos ni héroes de cartón.
Lo más visto
